sábado, 9 de octubre de 2010

Futuras noticias


-Ya me tengo que ir a dormir, mi mamá me va a apagar el computador-escribió Carlos.

El mensaje llegó después de un zumbido que le envié a mi primo, quien vive en España. Yo no entendía por qué lo mandaban a acostarse tan temprano.

Era el comienzo de un caluroso Diciembre, y habíamos tomado por costumbre chatear todos los días, pues más que primos, somos los mejores amigos. Hace dos meses se había ido con mi tío, quien había conseguido un trabajo allá.

-¿Por qué tan temprano?- pregunté intrigado.

-Son las siete de la noche ya, siempre me acuesto a esta hora.

¿Las siete de la noche? ¡Si era la una de la tarde!

-¡Acá hasta ahora va a empezar el chavo en el 6!- respondí intrigado.

-¿Estás diciendo que allá no ha anochecido aún?

Nos quedamos un rato sin escribir nada. Ambos pensábamos en el extraño suceso. Hablábamos de muchas cosas en el chat: niñas del colegio, trompos que habíamos ganado en crueles competencias, fútbol, películas, dibujos animados... ¡Dibujos animados!

-¡Viajaste al futuro!

-¿Qué?

-¿No has visto ese capítulo nuevo de “los detectives súper increíblemente fantásticos” en que viajan al futuro para detener a su archi-enemigo, el tomate mutante?

Carlos estuvo un rato sin escribir. Luego, lo entendió todo, y puso un emoticón de sorpresa.

-¡Nos estamos comunicando en el tiempo! Eso quiere decir que...

-Que me puedes contar lo que va a pasar en un lapso de.... ¡seis horas! ¡Viajaste seis horas al futuro! Dime, ¿Qué está pasando en este momento?

-Es curioso que lo preguntes... ¡está empezando a nevar!

Yo no cabía de la emoción en mi silla, y me caí. Di tres vueltas, miré a todos lados, me cogí la cabeza, y me senté de nuevo. ¡Iba a conocer la nieve! ¡En seis horas nevaría! ¡A las siete y cuarto caerían copos de nieve, tenía la plena seguridad! Mi primo ya había visto caer el sol seis horas después, si el sol caía también aquí, caería también nieve.

Mi primo se despidió, pidiéndome que le contara todo tal cuál sucediera.

Yo, muy ansioso, me fui a mi cuarto, tomé dos sacos, un buen abrigo, un gorro y una bufanda, y me alisté para recibir la nieve. Bajé al primer piso, y sudando dentro de mi protección para el frío en medio de todo ese calor, me acerqué a mi mamá, que preparaba buñuelos en la cocina.

-¿Estás loco? ¡Qué haces con todo eso puesto, en medio de este calor!

-¡Mamá, debemos recibir la nieve!

Al ver que ella no reaccionaba, decidí salir de la casa. Me senté en el andén, y me quedé mirando al cielo, mientras el sol avanzaba lentamente, y en lo único que podía pensar era en la nieve cubriendo esas calles que, como yo, no la conocían.

La gente pasaba mirándome asombrada, pues todos ellos iban en pantalonetas, bermudas, faldas cortas, y cualquier otra prenda que les ayudara a calmar el calor que sentían. Yo, sudando en mi abrigo, no les ponía atención, y a veces hasta les aconsejaba que se abrigaran un poco.

-Señora, con esa faldita tan corta, se va a congelar esta noche.

Y por fin el sol se escondió. Mis papás habían intentado entrarme, pero todos sus esfuerzos eran vanos, y se quedaron en la puerta vigilándome, pensando que tal vez estaba enfermo. No eran los únicos. Todos los vecinos del barrio se amontonaban a mi alrededor, burlándose de mi atuendo, y mirando al cielo, donde yo miraba.

Muy ansioso, con el conocimiento que, de seis horas en el futuro, me había dado mi primo, miré el reloj, que marcaba las siete y cuarto y me levanté. Todos los vecinos hicieron silencio.

Mi papá salió entonces gritando.

-No más, no se van a burlar más de mi hijo. Y tú, jovencito, para dentro ya, es suficiente, ¡estás castigado! Es el colmo que nos pongas en esta situ.....

-¡Miren!-gritó de pronto alguien- ¡Es nieve!

Y era verdad. De repente, toda la calle comenzó a llenarse de nieve, pero sólo mi calle. La nieve caía lentamente, y el frío se apoderó del lugar. Los vecinos, en sus ropas descubiertas, comenzaron a tiritar, y se pusieron todos morados, no sé si del frío, o de la emoción, porque saltaban y reían como nunca los había visto. Mi papá se olvidó de mi, y se fue a jugar entre la nieve, revolcándose en ella, y haciendo bolas para lanzar a los demás.

Pronto, de las otras calles en las que no caía nieve, se supo la noticia, y todos llegaron a festejar el acontecimiento. Yo armé un muñeco de nieve, que se desbarató casi al instante. Después me fui a dormir, porque estaba muy cansado. Qué bueno que tenía mis abrigos, al otro día, todo el mundo estaba resfriado, menos yo, y me tocó hacer mucha agua de panela con limón en una olla enorme, de donde todos los vecinos tomaron para aliviarse. Luego le conté por chat a mi primo todo cuanto había sucedido, y él me dijo que hubiera preferido disfrutar de la nieve en el pasado y no en el futuro.

El diablo Fu

1 comentario:

  1. mmm hay muchas cosas que es preferible disfrutarlas en el pasado que en el futuro, yo aun no he podido ser el pasado de nadie...

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