lunes, 19 de noviembre de 2012

Un día, viejito quiero ser


Un día, viejito quiero ser.
Un día, por fin seré viejito.
Y espero estar en mi vejez
feliz, como veo a mi abuelito.

Mis negros cabellos vestiré
cual nube, hermosos y blanquitos.
Tan alto seré como el ciprés,
no importa que aún esté chiquito.

Un día, viejito quiero ser.
Tendré yo mis propios nietecitos.
Y quiero, por ellos y por mi
que el mundo aún esté bonito.

Un día, viejito yo seré.
Seré tal como mi abuelito:
que aún con tantos calendarios
no olvida reír como un niñito.

jueves, 23 de agosto de 2012

Zapatos de cartón

En mi armario están dormidos
un zapato y su hermano.
De mis pies son los vestidos,
de cartón y muy ancianos.

¡Están feos! Yo les digo.
Ellos dicen: ¡Feo tú!
Tenemos todos los servicios:
Agua, aire y hasta luz.

Por ventanas se asoman
de diez dedos un par.
¡Buenos días, compañero!
¡Buenos días! ¿Cómo están?

Díganme, viejos zapatos:
¿A dónde iremos hoy?
¿A caso ustedes saben?
Tampoco lo sé yo...

Díganme, feos zapatos:
¿Saben solos caminar?
Hagamos una apuesta,
gana el que más pueda andar.

Mis zapatos ya se han ido,
caminando solos van.
y descalzo yo los sigo,
y descalzo voy detrás.

¡Ay! Zapatos condenados,
yo me siento a descansar,
y cuando alzo la mirada,
no los veo, lejos van.

Ahora en medio del camino,
sin zapatos, pasos doy.
¡Cómo duelen los piecitos!
¡Qué solito yo estoy!

¡Pero allí vienen corriendo!
A mi encuentro vienen ya.
Y aunque viejos y con huecos,
ya me los voy a calzar.

¡Ojalá, mis zapaticos!
Ojalá me duren más.
Si hasta aquí ya caminamos,
¿Cuánto más vamos a andar?

Feos, viejos, sucios, rotos,
mis zapatos así son.
Pero, ¡Ay!, así yo quiero
a mis zapatos de cartón.


El Diablo Fu

jueves, 9 de agosto de 2012

La sonrisa sobre el rodadero (Albert Camus explicado a un adulto)



"El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre." Albert Camus

Señor, no sea llorón. ¿Es acaso tan viejo que se le olvidó reír? ¿Usted no ha leído a un señor que se llama Albert Camus? Mire, señor, le voy a explicar lo que dice Albert Camus sobre el mito de Sísifo. Pero se lo voy a explicar fácil, pa que lo entienda.

Haga de cuenta que la sonrisa está encima del rodadero. Usted tiene que subir las escaleras. ¿Cómo que pereza? No sea perezoso, señor, está bien que esté ya viejo, pero no abuse. Haga un esfuercito y suba las escaleras.

Es difícil, pero ya va llegando. ¡Ahora está arriba del rodadero! Ahora recoja la sonrisa en sus labios. Sabe que se va a lanzar de ahí, que va a sentir el viento lamiendo su cara, y el vacío emocionante de caer, siempre caer. ¿Hace cuánto no se subía a un rodadero?

Ahora usted se desliza hasta abajo, como si se lanzara al vacío, pero va con su sonrisa, y sobre el rodadero. Chévere, ¿no?

Ahora está abajo de nuevo. Usted no se dio cuenta que al llegar hasta ahí, la sonrisa se le escapó, y se trepó de nuevo en la cima del rodadero. Pero usted recuerda la sensación de estar allá, sentir el viento encima del rodadero, ser usted mismo una sonrisa.

Por eso, aunque ahora está abajo, quiere volver a subir. Pero tiene que volver a subir las escaleras. ¡Otra vez! Sí. Vale la pena luchar contra la pereza. Vale la pena hacer el viaje.

En este momento usted cree que sería mejor quedarse aquí abajo, pero el recuerdo lo persigue, y finalmente decide hacer otro esfuerzo, subir las escaleras y volver a ser sonrisa. ¡Dura tan poco estar arriba y resbalar, y es tan larga la subida! Y aun así, vale la pena. Es más, usted se da cuenta que es feliz mientras sube, porque ya se va sintiendo sonrisa.

Y agradezca que a usted le toca sólo subir a un rodadero. A Sísifo le toca subir una roca gigante a la punta de una montaña, y la condenada se le vuelve a caer. Y así le toca todos los días.

¿Hace cuánto me dijo que no se lanzaba de un rodadero? Por eso hay que lanzarse de un rodadero a diario. Por eso, señor, déjeme ahora lanzarme a mí, y más tarde nos vamos para la casa.

El Diablo Fu

martes, 5 de junio de 2012

¡Vámonos a pie!

¡Vámonos a pie!
Vámonos andando.
¡Vamos dando pasos,
vamos caminando!

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
¡Llegaremos a la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!

No vamos en auto,
ni vamos volando.
Los caminos hablan
si los vas pisando

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
¡Cerca estamos de la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!

Sé qui’ay trocha para
todos los destinos
¿Por qué para tus sueños
no habría camino?

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! Croc!
¡Ya llegamos a la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!



El Diablo Fu

lunes, 14 de mayo de 2012

Cazando libros voladores con mi papá.

Todos saben que los libros en su estado natural y salvaje vuelan, y en las bibliotecas y librerías los enseñan a quedarse quietitos en un solo lugar. Pero como yo soy muy desordenado, malacostumbré a mis libros, porque no tenían un mueble donde descansar.

Libros aleteando por todas partes, volando sobre mi cabeza, aterrizando donde querían, algunos hasta se escapaban, y así poco a poco me iba quedando sin algunos títulos maravillosos, como el libro “Las cosas de la casa”, de Celso Román, que se fue volando una mañana con unas palomas que había en los cables de la luz.

Por eso cuando mi papá tuvo por fin un día libre, y pudo compartir conmigo un rato, se enojó al ver el desorden de libros en mi cuarto.

-Esto es grave, tenemos que hacer algo con esos inquietos libros.

Encontramos un viejo mueble en el cuarto de chécheres de mi papá, y aunque él quería comprarme uno, yo preferí que arregláramos ese, y lo pintáramos para que quedara como nuevo. Así lo hicimos, y quedó un estante muy bonito, que no es tan fino como el de las bibliotecas o los que venden en las tiendas, pero lo prefiero porque esos muebles nuevos no los hice con mi papá.

Ahora venía el problema mayor: atrapar los libros que, al ver su nuevo lugar para dormir, pensaron que era una prisión, y se alborotaron por todo el cuarto tratando de escapar.

-¡Rápido, cierra la puerta!- gritó mi papá, y yo lo hice inmediatamente.

Los libros se estrellaban contra la ventana buscando una ruta de escape, y el libro de “El Señor de los anillos”, que era muy guerrero, golpeaba a mi papá en la cabeza.

-¿Qué les pasa?- pregunté asustado.

-¡Temen que, al dejarlos en el estante, nadie los vuelva a leer nunca, y se queden allí encerrados para siempre! ¡Necesitamos una red, o algo así para atraparlos!

Entonces tomé una cobija de mi cama, y se la lancé a varios libros que correteaban hacia el resquicio que había entre el piso y la puerta. Fue a tiempo: los libros quedaron atrapados en la cobija que envolví y llevé al lado del estante. Mi papá tomó otra cobija, y los dos nos pusimos a atrapar libros.

De pronto vimos algo que nos asombró: el libro “La Odisea” guiaba a los demás libros hacia el estante, y se fueron organizando por temas, tal como queríamos hacerlo nosotros.  

-Acá pasa algo raro, ese libro es muy inteligente- dijo mi papá, y con cuidado salió del cuarto con algo escondido entre los brazos- Abre la puerta cuando yo te diga.

Mi papá cerró la puerta, mientras que los libros se habían acabado de organizar en el estante que habíamos fabricado. Mi papá dió la señal: abrí, y todos los libros se echaron hacia la puerta con tal fuerza, que tuve que agacharme para que no me golpearan.

¡Mis libros, pensé, los perderé todos! Pero mi papá los había atrapado con la última sábana que quedaba, y así los tuvimos a todos por fin.

Entonces hicimos una reunión: mi papá, los libros y yo. Les explicamos que no los dejaríamos de leer, sino que al contrario los usaríamos más, porque yo no puedo vivir sin leer las maravillosas historias que ellos me cuentan.

Llegamos a un trato con los libros: en el día, ellos se organizan en el estante para que yo los pueda leer, y cuando duermo, vuelan por todo el cuarto, para no perder la práctica.

Ahora mi papá llega un poco más temprano todas las noches, y juntos leemos un libro antes de dormir. Hay que decir que, cuando el libro “Las cosas de la casa” supo esta historia, volvió volando. Y yo no olvidaré esa tarde nunca, porque desde entonces disfruto aún más mis libros con mi papá, al que ahora veo más seguido.

viernes, 4 de mayo de 2012

¿Qué es al fin una sonrisa?

Yo tengo una gotera en mi boca
y no de babas como muchos creen,
las sonrisas se me escapan
como gotas de la lluvia,
y no quiero que pare de llover...

¿Y qué es al fin una sonrisa
sino un amanecer?
El sol que se asoma tras tus
labios de papel

¿Y qué es al fin una sonrisa
sino un ave cantor?
Una nota silenciosa que sólo
escucha el corazón

Hoy siento muchas ganas de reir
y creo que ni siquiera sé por qué.
será porque estoy vivo,
será porque me quieren,
será el sereno, yo no sé por qué.

¿Y qué es al fin una sonrisa?
una caja de cartón
donde todo es del tamaño
de mi imaginación

¿Y qué es al fin una sonrisa?
un espejo, ¿Qué si no?
un reflejo de la vida
que mamá me regaló.

viernes, 20 de abril de 2012

¡Cuán grande es un corazón!



¡Cuán grande es un corazón!
Guardas allí tus tristezas, y tus verguenzas.
Están guardados también tus orgullos, tus alegrías.
Las palabras dichas, y las que no dijiste.
Las palabras que te dijeron, y las que quisiste escuchar.
Hay allí las cosas que lograste, y las que no hiciste.
Tus sueños, tus anhelos y esperanzas.
Cada sonrisa, cada lágrima, está guardada en tu corazón.
El programa que amabas ver, la comida que preferías sobre todas las demás,
y tu canción favorita.
Cada persona que pasó por tu vida, y que en realidad nunca se fue,
porque sin saberlo, se quedó atrapada en ese músculo que no olvida.
Están tus padres, tus hermanos, tus amigos.
También guardaste, sin saberlo, a los que menos quisiste,
a los que te hicieron daño.
En tu corazón está el lugar en que naciste,
y la montaña que visitas cuando estás pensativa.
En mi corazón están las calles que recorrí contigo,
el regalo que me trajiste, y el que te llevaste.
Tus ojos, tu cabello despeinado,
tu voz única entre todas las voces, inconfundible,
y tu risa de niña inocente y traviesa.
En mi corazón encuentro el día que te conocí, y la esperanza de volverte a ver.
El corazón, tan pequeño como el puño de tu mano, es un bolsillo que parece no tener fondo.
Tan grande, que no entiendo cómo cabe en mi pecho.
Tan grande, que allí dentro estás guardada tú.

El Diablo Fu

lunes, 9 de abril de 2012

¿De qué están hechas las lágrimas?


Las lágrimas de Martina,
son hechas de plastilina,
de un regaño, de un olvido,
de la partida de un amigo...

Son hechas de una cebolla
que ella corta en la cocina
la echará en una olla,
en tanto, llora Martina.

Están hechas de la visita
De alguno de sus abuelos,
y antes de caer al suelo,
rodean su sonrisita

Las lágrimas de Martina
son de agua y son de fuego,
de un sueño sin cumplirse,
a veces de un nuevo sueño.

De tristeza, de alegría,
las lágrimas de Martina,
son pequeñas piedras preciosas,
hechas de plastilina.

El Diablo Fu

viernes, 6 de abril de 2012

Cómo hacer una Torta Volcán del Mar de Júpiter.


Mi hermana y yo cumplimos años el mismo día. Y aunque ella es mayor, es como si hubiéramos nacido a la vez.

Por eso, quiero darle este año un regalo más graaande que el mar que le dí el año pasado,
más, hmmmmm! delicioso que el volcán de chocolate del antepasado, y más redoooondo que el planeta que le dí el año anterior a ese.

¿Qué puede ser así? ¡Una torta Volcán del Mar de Júpiter!

Así que acá les dejo la receta para una excelente Torta Volcán del Mar de Júpiter, que haré con ayuda de un libro de mi papá:

-Debes dejar pre calentando el Sol de las siete de la mañana. Antes es muy frío, después es muy caliente. Así que mejor lo amarras a las siete a una piedra, cosa que no se mueva de ahí.

-Necesitamos unos huevos bien guapetones, como me aconsejó una amiga de España. ¡Lamentablemente en mi casa todos los huevos son feos! así que los llevamos antes a la sala de belleza, y que les hagan un corte a la moda. ¡No hay nadie feo, sino mal arreglado!

-Hay que vertir la harina y el polvo de hornear... ¿Vertir? esto debe estar mal escrito! Yo no conozco esa palabra! debe ser convertir, como los magos... Si! hay que convertir la harina en polvo de hornear. O sea que no es polvo de hornear, sino polvos mágicos. Di unas palabras mágicas para hacerlo.
Pirulín pim pon! Ahí está, aunque parece la misma harina, ahora son polvos mágicos.

-En el libro de recetas de mi papá dice que hay que añadir esencia al gusto. Así que te vas a echar en la lengua un frasquito de esencia de vainilla, porque en el colegio me enseñaron que el gusto queda en la lengua.

-Hay que revolver todo, yo creo que es con la lengua., ¿Porqué para qué el gusto entonces?

-Otra vez dice que hay que convertir todo... en molde! ¡Yo compré un molde para hacer esto y no era necesario! Otras palabras mágicas: ¡Pirulín pin pón! Caray... esta vez no me salió la magia, o el molde tiene forma de... ¡cosa extraña revuelta!

En este punto llega mi hermana, y ve el desastre que he hecho en la cocina, y decide que, como es el cumpleaños de los dos, cocinaremos los dos juntos, porque si cocino yo sólo con mis recetas, nunca tendremos torta para el cumpleaños.

¡Y qué rica nos queda! ¡Más rica que una Torta de Volcán del Mar de Júpiter!

A propósito... ¡Siguen siendo las siete de la mañana, el sol sigue amarrado!

El Diablo Fu

miércoles, 21 de marzo de 2012

Faustino pescó la Luna.

La luna era grande, grande, grande, y era lo único que iluminaba esa noche oscura, oscura, oscura.

En San Juan del Guayabo, un pueblo a dos horas en lancha de Tumaco, no había luz. Sus callecitas de barro estaban enmarcadas por casas de madera que parecían flotar en el aire, aunque solo estaban paradas de puntitas sobre unos piececitos de madera para no mojarse cuando el río crecía, y para que no entraran animales sin permiso del dueño.



En este pueblo vivía el niño Fausto y su abuelita, La abuelita de Fausto ya no veía nada de noche, y Fausto pensó que con un bombillo, acaso tan grande como la luna, ella podría tejer de nuevo en la noche sus canastos.

Por eso Fausto tomó una red de las que usaba para pescar en el día, y ¡zas! la lanzó fuerte hacia el cielo, pescando así a la Luna, que flotaba como un globo, y trataba de volver al cielo.

-¡Abuelita! Traje la luna, ella nos va a dar la luz que necesitamos en la casa- Dijo Fausto al llegar a casa.

La abuela lo miró enternecida.

-Mire ustéd tan lindo, Fausto. Pero está muy mal que traiga la Luna a la casa.

Fausto no entendía por qué la abuelita no se alegraba de tener la luna para tejer canastas. Entonces ella le pidió que lo acompañara al centro del pueblo, dejando la Luna un momento allí.

-¿Qué tú ves?- Preguntó la abuelita.

-No veo nada, abuelita, la noche está muy oscura.

Algunos vencinos habían encendido fuego, pero aparte de eso no se podía distinguir ni siquiera las formas de las cosas.

-¿Cómo van a ver estas personas por dónde caminan si nosotros tenemos la luna en la casa? Venga conmigo.

Fueron hasta el borde del monte que quedaba al lado del pueblo. Un perro se escuchaba ladrar, pero no se veía dónde estaba.

-¿Cómo van a ver los animales los peligros de la noche si nosotros tenemos la luna en la casa? Vamos para allá.

Caminaro hasta donde estaba el río por el que se iba hacia el pueblo, y desde allí se veía el resplandor de las luces que lo iluinaban.

-Ellos si pueden ver, ¿cierto abuelita?

-No todos, hijo, hay gente que está en la calle a esta hora. ¿Cómo van a ver en una calle oscura, si no tienen la luna? Y sobre todo, mijo, póngame atención. Por muchas luces que tenga, ninguna luz va a ser tan bonita como esa que usted acabó de bajar con la red.

Faustino meditaba lo que le decía su abuela.

-La luna está allá arriba porque así lo quiso Dios y la Naturaleza, que fuera para todos y no para unos pocos. Es como si nos guardaramos el río, o el monte, o la tierra para nosotros solos.

Faustino y su abuela se devolvieron a la casa, y cuando el niño vio a la Luna que había pescado, le pareció que se veía triste. La llevó de nuevo en la red, y afuera, en medio del pueblo, la soltó.

Y ella, como un globo contento, volvió a subir al cielo, a iluminar la noche de todos. De los del pueblo, los animales y planas, y hasta de los que, por tener luz, no sabían que también extrañarían la Luna si alguien la llegaba a pescar.


El Diablo Fu

domingo, 22 de enero de 2012

Si yo tuviera un dinosaurio


Un día en el colegio nos enseñaron sobre los dinosaurios. Y nos enseñaron que dino significa terrible, porque eran muy grandes, aunque no todos eran terribles.

Cuando llegué a casa, le dije a mi tía, que es la persona con la que yo vivo, que quería un dinosaurio.

-Si yo tuviera un dinosaurio, le dije a mi tía, le daría de todos los días comer.

-Si tú tuvieras un dinosaurio, no nos alcanzaría el dinero para darle de comer.


-Pero si yo tuviera un dinosaurio, insistí, limpiaría cuando hiciera popó o pipí.

-¡Si tuvieras un dinosaurio, no te bastarían 10 días y 10 palas, y 10 bolsas grandes para recoger todo lo que haría!


-Pero… si yo tuviera un dinosaurio, lo sacaría a pasear todos los días.

-Si tuvieras un dinosaurio, al pasear aplastaría las casas de todos los vecinos.

-De todos modos, ¡si tuviera un dinosaurio dormiría en mi cuarto!

-Si tuvieras un dinosaurio, ni tu cuarto, ni en la sala, ni en el patio podría dormir.

No volvimos a hablar del tema, porque me pareció que mi tía no quería un dinosaurio de mascota.

Sin embargo, al otro día, mi tía llegó con un perrito que encontró abandonado en la calle. Y yo le puse Perrosauro, aunque es pequeñito.

¡Pero si vieran cuánto come, y cómo ensucia, y cuánto corre, y cómo duerme, sabrían que es un Perrosauro!

Tener un perro es una dino-responsabilidad. Pero el cariño que le tengo también es terrible.

El Diablo Fu


El sitio de la imagen es este

http://yosoyluar.blogspot.com/2010/09/mini-dinosaurio-mordiendo-un-nino.html