lunes, 8 de agosto de 2011

Supersticiones.


Soy supersticioso. Lo reconozco. No como dicen que son los supersticiosos. No le temo a los gatos negros, que untados de noche, son pedazos de noche en el día; ni temo a romper los espejos, pues un espejo roto en mil pedazos es mil veces tu cara en ellos reflejada.

Pero me pongo mi camiseta favorita en un día de examen, y me gusta ver al sol salir en la mañana, para que sea él quien vigile mi día. ¡Qué digo! Si he llegado a dormirme de cabeza cuando las cosas no andan bien, a ver si al otro día la vida también se dio la vuelta. Pero hay algo que es de más buena suerte que un arco iris en mi tejado, o una mariposa en mi tarea. Y es verte a ti.

Ese día que te vi, llovió y llegué mojado y tarde al colegio, se me perdió el dinero de las onces y la profe me puso mala nota.

Ese día que te vi, olvidé el camino a casa, y cuando llegué, me di cuenta que también había olvidado mi libro de matemáticas en el colegio.

Ese día que te vi, se dañó el televisor, y mis papás me prohibieron salir, y me perdí los dos partidos más importantes del mes: el de Colombia contra Argentina, y el de Los Rompe-vidrios (donde juego yo) contra Los Pecuecas.

Y sin embargo, ¡ay!, sin embargo, te puedo decir que ese día en que te vi sin que esperara verte, fue el mejor día de mi vida. Porque te vi y ya. Porque nada podía ser mejor.

O tal vez lo que es de buena suerte, es despertarse tarde. Porque ese día me desperté tarde, y descubrí que sales de tu casa 15 minutos después que yo.

Ahora, a mis supersticiones le agregué esa, despertarme quince minutos tarde, y funciona de maravilla. Aunque la profesora me sentenció que voy a perder por retardos, cada día es un buen día cuando te veo.

El Diablo Fu


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