jueves, 23 de agosto de 2012

Zapatos de cartón

En mi armario están dormidos
un zapato y su hermano.
De mis pies son los vestidos,
de cartón y muy ancianos.

¡Están feos! Yo les digo.
Ellos dicen: ¡Feo tú!
Tenemos todos los servicios:
Agua, aire y hasta luz.

Por ventanas se asoman
de diez dedos un par.
¡Buenos días, compañero!
¡Buenos días! ¿Cómo están?

Díganme, viejos zapatos:
¿A dónde iremos hoy?
¿A caso ustedes saben?
Tampoco lo sé yo...

Díganme, feos zapatos:
¿Saben solos caminar?
Hagamos una apuesta,
gana el que más pueda andar.

Mis zapatos ya se han ido,
caminando solos van.
y descalzo yo los sigo,
y descalzo voy detrás.

¡Ay! Zapatos condenados,
yo me siento a descansar,
y cuando alzo la mirada,
no los veo, lejos van.

Ahora en medio del camino,
sin zapatos, pasos doy.
¡Cómo duelen los piecitos!
¡Qué solito yo estoy!

¡Pero allí vienen corriendo!
A mi encuentro vienen ya.
Y aunque viejos y con huecos,
ya me los voy a calzar.

¡Ojalá, mis zapaticos!
Ojalá me duren más.
Si hasta aquí ya caminamos,
¿Cuánto más vamos a andar?

Feos, viejos, sucios, rotos,
mis zapatos así son.
Pero, ¡Ay!, así yo quiero
a mis zapatos de cartón.


El Diablo Fu

jueves, 9 de agosto de 2012

La sonrisa sobre el rodadero (Albert Camus explicado a un adulto)



"El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre." Albert Camus

Señor, no sea llorón. ¿Es acaso tan viejo que se le olvidó reír? ¿Usted no ha leído a un señor que se llama Albert Camus? Mire, señor, le voy a explicar lo que dice Albert Camus sobre el mito de Sísifo. Pero se lo voy a explicar fácil, pa que lo entienda.

Haga de cuenta que la sonrisa está encima del rodadero. Usted tiene que subir las escaleras. ¿Cómo que pereza? No sea perezoso, señor, está bien que esté ya viejo, pero no abuse. Haga un esfuercito y suba las escaleras.

Es difícil, pero ya va llegando. ¡Ahora está arriba del rodadero! Ahora recoja la sonrisa en sus labios. Sabe que se va a lanzar de ahí, que va a sentir el viento lamiendo su cara, y el vacío emocionante de caer, siempre caer. ¿Hace cuánto no se subía a un rodadero?

Ahora usted se desliza hasta abajo, como si se lanzara al vacío, pero va con su sonrisa, y sobre el rodadero. Chévere, ¿no?

Ahora está abajo de nuevo. Usted no se dio cuenta que al llegar hasta ahí, la sonrisa se le escapó, y se trepó de nuevo en la cima del rodadero. Pero usted recuerda la sensación de estar allá, sentir el viento encima del rodadero, ser usted mismo una sonrisa.

Por eso, aunque ahora está abajo, quiere volver a subir. Pero tiene que volver a subir las escaleras. ¡Otra vez! Sí. Vale la pena luchar contra la pereza. Vale la pena hacer el viaje.

En este momento usted cree que sería mejor quedarse aquí abajo, pero el recuerdo lo persigue, y finalmente decide hacer otro esfuerzo, subir las escaleras y volver a ser sonrisa. ¡Dura tan poco estar arriba y resbalar, y es tan larga la subida! Y aun así, vale la pena. Es más, usted se da cuenta que es feliz mientras sube, porque ya se va sintiendo sonrisa.

Y agradezca que a usted le toca sólo subir a un rodadero. A Sísifo le toca subir una roca gigante a la punta de una montaña, y la condenada se le vuelve a caer. Y así le toca todos los días.

¿Hace cuánto me dijo que no se lanzaba de un rodadero? Por eso hay que lanzarse de un rodadero a diario. Por eso, señor, déjeme ahora lanzarme a mí, y más tarde nos vamos para la casa.

El Diablo Fu