martes, 19 de octubre de 2010

El Gran Desastre del Tejado.


Se dice de la historia que es el estudio del pasado de la humanidad, y que es bueno estudiarla para que no se repita. Bueno, pues, en la gloriosa y reciente historia de mi cuarto, hay una fecha que siempre se recordará, 19 de junio del 2010, día del Gran Desastre del Tejado. Y hoy, en pleno aniversario del triste evento, lo recuerdo con el ánimo de que no se repita un hecho como aquél, que tantas víctimas dejó, y produjo tantas historias que conmovieron a los afligidos corazones que asistieron al espectáculo.

Viernes era, lo recuerdo, cuando me encontraba en mi oscuro cuarto, tocando guitarra, chateando con algún amigo, y jugando con los muñecos de Dragon Ball Z que tenía desde hacía algún tiempo.

De pronto oí un crujido en el techo, y algo me dijo que el peligro rondaba, de manera que en un instante, agarré mi guitarra, me levanté a toda prisa, y me alejé del lugar en el que estaba sentado, al frente de mi computador.

Tan instantánea fue mi huida, como el ver quebrarse la teja de barro de mi cuarto, y aparecer entre los pedazos, cayendo a gran velocidad, al vecino de la casa del lado sobre el mismo lugar en el que un momento antes yo estaba.

Cayó de manera graciosa pues mi cama, que como algunos de ustedes sabrán, es un colchón en el piso, estaba en el lugar preciso para recibirlo acostado, mientras sus pies quedaron en la silla del computador.

Pero fue lo único gracioso del asunto. Pues las tejas y el vecino, habían hecho de mi cuarto un camposanto. Muñecos se debatían entre la vida y la muerte, pocillos rotos se despedían de manera melancólica de los platos que intentaban sobrevivir. Álbumes de diferentes programas, carritos, aviones, un montón de desaparecidos entre los escombros, y los seres que habían tenido la mala suerte de sobrevivir al desastre, buscándolos en amargas lágrimas.

Mi vecino se levantó asustado, y miró alrededor el desastre que había causado.

-¿Qué ha hecho?- pregunté confundido- ¡Ya sabe usted que no puede volar! ¡¡No puede usted seguirle creyendo a los programas de televisión todo lo que allí ve!

-Ya lo hice una vez, sé que puedo volver a hacerlo- respondió él avergonzado y con la cabeza gacha.

Mi vecino tiene 57 años, y no está loco. Es un hombre normal, taxista, todos los días sale a trabajar, tiene esposa e hijos, y una vida como la de cualquiera. Pero un día de mucha emoción en el que su nieto había nacido, voló en la terraza de su casa, en el momento en el que le dieron la noticia, y desde entonces no paraba de intentar volver a hacerlo.

En esta ocasión, calculó mal la dirección del viento, y la dirección del salto, y acabó destruyendo mi tejado.

Las labores de rescate fueron arduas, y mi vecino, mi familia y mis juguetes participaron en ellas. Uno de los más tristes recuerdos que me quedaron fue la historia de un gancho de ropa que sacó de los sitios más recónditos de los escombros a las maltratadas víctimas, hasta que heroica y trágicamente se partió cuando no pudo dar más vueltas. Mi antigua teja de barro fue reemplazada por una plástica transparente, porque mi papá quería que yo tuviera más luz, pero a mi me gusta la oscuridad y el cambio no me agradó mucho. Y días después de mucho trabajo, el cuarto llegó a estar de nuevo en condiciones más o menos normales, pero nunca volvió a ser el mismo.

Hoy que se cumplen 4 meses del Gran Desastre del Tejado, recorro el cuarto, melancólico. Veo el pocillo quebrado que me había regalado mi hermana de cumpleaños. Veo a Gokú, quien ahora no tiene piernas, y sus peleas con Freezer las deberá ganar sin una sola patada. Y veo los pedazos de tejas que dejé sobre el computador, para recordar siempre el evento, a manera de monumento. Porque la historia se escribe para no repetirse. Aunque algunos quieran ignorar el espejo que es la historia.



El Diablo Fu

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