miércoles, 6 de octubre de 2010

Arquera movible.


A mí no me gusta juntarme con las niñas. Son feas, fastidiosas, creídas; lo único que tienen chévere es que huelen bonito.

Pero Julieth era distinta, para mi Julieth era hombre. Se la pasaba todo el día con Rodríguez y conmigo. Yo me rompía la cabeza tratando de entender cómo era posible eso. Lo peor era que cada día me la pasaba observándola, y me daba la impresión que era algo más que curiosidad.

Un día, por ejemplo, nos hacía falta uno para jugar microfútbol, y ella se ofreció. Al ver que no íbamos a poder jugar, Rodríguez la dejó de arquera. Un delantero del equipo contrario recibió un pase muy cerca de nuestro arco, y metió un taponazo tan fuerte, que yo, defensa, salí corriendo. Pero Julieth flexionó las rodillas, alistó las manos, y ¡zas! Atajó el balón.

Y no sólo eso, lo puso en el suelo, salió del arco con él, y a mitad de la cancha pegó otro taponazo, metiendo el gol más lindo que había visto yo en mi vida. Lástima que no lo valieron, porque no aceptaban arquero movible. Pero desde ese día, vi a Julieth, a sus ojos grandes y brillantes, a su cabello largo y liso, de otra manera. Desde ese día me quedó claro que era uno de nosotros.

Un descanso se fue con nosotros, le pidió algunas canicas prestadas a Rodríguez, y al volver a clases, nos había dejado sin una canica en el bolsillo.

En otra ocasión, se sentó entre Rodríguez y yo. Le pidió un cuaderno prestado a él, pero Rodríguez se negó. Entonces yo le di mi cuaderno, ella arrancó una hoja, e hizo un avioncito que le dio tres vueltas al salón entero antes de aterrizar en la espesa selva de cabello de la profesora Jennifer.

Me castigaron a mí, y eso que yo nunca he podido hacer un avión de papel que vuele dos metros. De todas formas no la iba a delatar. Por el contrario, decidí acercarme más a Julieth para entender el misterio de que fuera más hombre que todos los que éramos hombres en el salón. Al menos esa era mi excusa.

A la salida de ese día busqué a Julieth. Le pregunté si quería ir a mi casa a jugar X box.

-No puedo, es que Rodríguez me invitó a la de él, a jugar Play.

¿Cambiar un x box por un Play? ¡Yo había visto el que tenía Rodríguez! ¡Era un Play 1! Algo andaba mal. Sin embargo no le dije nada. La vi caminar hacia Rodríguez, y decirle algo mientras esbozaba una linda sonrisa en su carita. Y eso fue raro. Rodríguez hizo una cara extraña y le contestó algo.

Fue en ese momento que vi que Julieth si era mujer, porque lloró en silencio mientras Rodríguez se alejaba de ella. Y descubrí que yo también algo tenía de mujer, porque verla llorar, me hizo llorar a mí.

El diablo Fu.

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