sábado, 11 de septiembre de 2010

Mi cama se enojó conmigo.


Para Nicol Lorena Gaitán Díaz, quien lo inspiró :)
Tracatás! Sonaron todas las tablas de mi cama cuando intenté acostarme en ella.
Estaba celosa porque la noche pasada, por primera vez me quedé a dormir en otra casa, en casa de mi abuela.
Cuando llegué, mi cama no me saludó. Me miró de lado, y me ignoró. No pensamos que fuera de importancia, pero cuando mi papá me acostó, la muy pilla dejó caer todas las tablas al suelo. Sorprendido mi papá, sorprendida yo, quitamos todo, y ordenamos las tablas. Luego pusimos colchón, sábanas y cobijas, y me acosté de nuevo, con mucho cuidado.
Mi cama nos miraba de manera sospechosa. Una vez yo estaba entre las cobijas, mi papá se sentó a mi lado para contarme una historia, pero apenas su trasero tocó la cama, esta malgeniada vuelve y ¡tracatún! ¡Al suelo todas las tablas!
Mi papá y yo reímos hasta pararse el ombligo, de vernos ahí tumbados en graciosas posiciones, pero el vernos reír, enojó más a mi cama conmigo, y ya no se dejó poner más las tablas y tablones.
De manera que esa noche, tuve que dormir en el suelo, colchón en el piso, a un lado de la celosa cama, quien no podía entender cómo era que yo había pasado una noche sin dormir en mi casa.
Esa noche fue algo rara. Soñé con una ciudad de camas al atardecer, e iban por las carreteras presurosas porque llegaban tarde al trabajo. Una cama grande remolcaba a otra que se había quedado sin una pata, y en una esquina, una triste y aburrida cunita vendía almohadas.
Entonces me levanté temprano, y con ayuda de mi papá, nos pusimos muy juiciosos a coser y remendar: Con trapos de muchos colores y suave relleno de espuma, diseñamos una almohadita que tenía dibujada una sonriente luna.
Entré cautelosa y suavemente a mi cuarto, aunque la muy digna cama ni volteó a mirar. Me paré a su lado, escondiendo el regalito en mi espalda, y le pedí disculpas por mi ausencia pasada. Ella me escuchaba sin mirarme a los ojos.
Le expliqué que hace mucho no veía a mi abuela, y visitarla era muy importante para ella y para mí puesto que nos queremos mucho. La cama me miró por primera vez.
Saqué la almohadita de colores que tenía bien escondida, y se la ofrecí con una sonrisa. La cama respondió también sonriendo, y puse el regalo encima de las otras almohadas, donde quedó muy bonito. La cama me dejó sentarme, y aseguró que nunca más iba a celarme, ni enojarse si yo tenía que dormir de nuevo en casa de mi abuela. Yo la abracé y me quedé dormida, y descansé lo que no había descansado durmiendo antes en el piso.
El Diablo Fu

No hay comentarios:

Publicar un comentario