sábado, 11 de septiembre de 2010

Colores allá arriba.



-No me moleste más- Dijiste, y yo escondí el perro de peluche que te había comprado, y salí corriendo.
Llegué a mi casa, y mi mamá me regañó porque no la saludé. Pero no dije nada. Me encerré en mi cuarto, y con la maleta aún puesta, busqué mi caja de cosas importantes. Estaba al lado de la caja de cosas raras, y sobre la caja de cosas para cambiar con mis amigos.
Saqué una a una, todas las cartas que te había escrito, pero que nunca te envié, y me senté con el peluche que no alcancé ni a enseñarte aún en la mano, a leer todos y cada uno de los papeles de mil colores que llenaban la caja.
La primera, fue del día en que te conocí. El día que llegué nuevo al colegio, y la profesora me sentó a tu lado. Una carta color galletas, donde te contaba que habías sido la única buena noticia del día.
Una a una, fui leyendo las cartas, algunas de color amarillo, como la del día en que nos tocó hacer una exposición a los dos, otras de color gris, como la del día en que pediste cambio de puesto.
132 cartas en total, desde el día que te conocí, todas regadas por mi cuarto, y el perro que decía “te quiero” si le presionabas una patita, sobre ellas.
Ya había caído la noche, habrían pasado unas 7 horas desde que se me vació el estómago con tus palabras. Salté diez veces en la cama, y luego, mi mamá me llamó para comer, y no fui.
Armé 132 avioncitos de papel, de mil colores distintos, y con los ojos borrosos, y la garganta doliéndome, comencé a lanzarlos por la ventana de mi cuarto.
Uno a uno, los avioncitos de papel dieron vueltas cayendo al andén que queda en frente de mi casa, pero luego, antes de tocar el piso, tomaban un nuevo impulso, y remontaban las alturas. Poco a poco, todos los aviones fueron subiendo, tratando de alcanzar la luna menguante que colgaba del cielo. Poco a poco, mil colores se tomaron la clara noche, y revoloteando como pajaritos, ascendieron sin cesar, hasta que, a eso de las once y once, ya no se vieron más, y el cielo quedó vacío y sin colores.
Luego, guardé el peluche por el que no comí dos semanas en los descansos, en la caja de cosas para no olvidar, sin escuchar sus protestas porque quería ir a la caja de cosas para botar.
El Diablo Fu

1 comentario:

  1. waw... deep... deep... deep...
    a mi casa llegó uno de esos avioncitos, tenia color parque... tristemente mi ventana no se abre, asi que nunca supe que sucedió con él. Es bueno saber que decía, y que no viajaba solo...

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