sábado, 11 de septiembre de 2010

Francisca tras la roca.


Como a Francisca le gustaba mucho el sol, decidió una noche subir hasta la montaña más alta de su pueblo, y esperar tras una roca a que saliera, para pedirle que le permitiera acariciarlo. No podía dormir, no por el frío, sino por la ansiedad de la espera.
Por fin, comenzó a amanecer, y escondida tras la roca, Francisca vio como la gran esfera dorada salía tras la montaña en la que ella se encontraba, pero estaba tan nerviosa que no se atrevió a salir.
Poco a poco, vio como la sombra de la roca que la ocultaba se corría, y desesperada, pensando que el sol se iría de su alcance, y en un descuido de este, Francisca salió de su escondite, extendió su manita, y acarició la piel del astro. Después, con la respiración agitada y el corazón golpeándole su pecho, corrió a esconderse de nuevo tras la roca. Comenzó a sentir un ardor en su mano, y vio que estaba roja, pues se había quemado. Se asomó cuidadosamente, y vio como el sol, al que le había quedado su manita marcada en la piel, miraba sorprendido a todos lados buscando el origen de la caricia.
Francisca estaba avergonzada, y mientas se apretaba su adolorida mano, dejó caer una lagrimita por sus mejillas, pues no era capaz de salir a decirle al sol que quien había dejado aquella marca en él había sido ella.
El sol estuvo todo el día buscando la mano que lo había acariciado, pero terminó por irse, dando paso a la noche. Francisca bajó de la montaña, y se escondió en una cueva desde donde no podía ver el sol, ni él podría verla a ella. El sol siguió saliendo y ocultándose, y aunque la marca de Francisca nunca se fue, él termino por olvidarla. En cambio, Francisca nunca más salió, pero su manita adolorida no le permitió olvidar nunca que había acariciado al sol.

El Diablo Fu

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