viernes, 19 de noviembre de 2010

Cuento incompleto, o, el arrullo del Sol y la Luna.




Ya habían pasado tres días, y Carolina no había acabado su sopa aún. No importaba cuanto cuchareara, sorbiera, o derramara con disimulo para que su gata tomara. El plato seguía igual de lleno.
Ya se había cansado de protestar, el día anterior había dejado de hacerlo, resignada a la clara orden de su madre:
-Usted no sale hasta que se acabe esa sopa.
Andrés, un niño sin padres que vivía en una casa distinta cada día, la esperaba allá afuera. Ella sabía que seguía ahí, en el andén. Sabía que se había llevado una cobija para esperar de noche. Lo había escuchado cantar en las noches una vieja canción que les había enseñado el abuelo de Carolina, una canción que le cantaban a él para que durmiera.
“Sol sale, mi niña
Sol sigue saliendo.
Luna está cansada,
Se va escondiendo.
Juguemos saltando,
Juguemos corriendo,
Luna ha salido,
Pero Sol se ha puesto
Sol sale, mi niña
Sol sigue buscando
Luna está cansada
Y sigue menguando
Sol está muy triste
Y ya no brilla tanto
El día es oscuro
Con su corazón
Sol sale, mi niña
Sol sigue saliendo,
Luna está cansada
Se va escondiendo
Juguemos saltando,
Juguemos corriendo
Hoy el que ha menguado
Es el sol.”
-No sé cuáles son las ganas de salir corriendo para la calle, eso no está nada bien - Dijo la mamá de Carolina cuando se acercó para verificar como iba con la sopa.
Cuando decía eso, a Carolina le daban ganas de ser esa niña mala que su madre pensaba que era, solo para castigarla. Tomaba furiosa de la sopa, aunque se sentía muy llena. Tan sólo había parado para dormir, y era el único momento lindo del día, pues el canto de Andrés allá afuera era dulce, y el sueño la sorprendía con las imágenes más bellas en su cabeza.
Oscurecía ya, y la voz de Andrés se dejó oír en la vacía calle. Una lágrima desesperada de Carolina corrió a ahogarse en la inagotable sopa, y su mamá le ordenó ir a dormir.
Carolina la vio poner el plato de sopa en la nevera, antes de que la encerrara con candado en su cuarto. La voz de Andrés sonó aun más fuerte. Carolina se acostó boca arriba en su cama, y cerró los ojos para escucharlo. De pronto, Andrés dejó de cantar. Carolina abrió los ojos, y escuchó atenta, esperando entender.
Llamaron a la puerta. Carolina escuchó a su madre abrir. Aunque se oía lejos, Carolina pudo entender la conversación.
-Señora, buenas noches. Me avergüenza mucho molestarla, pero llevo acá tres días ya ¿Sabe usted? Y me gustaría saber si me puede ofrecer algo de comer, pues tengo un hambre terrible.
-Lo siento, Andrés, pero no tengo nada que pueda ofrecerle en este momento...
-¡La sopa!- Gritó Carolina desde su cuarto – ¡Pídele sopa, Andrés!
-¡Carolina, usted debería estar durmiendo! –intervino la mamá.
-¿Podría entonces prestarme un baño, si no fuera mucha molestia?
Carolina oyó a su madre emitir un gruñido de fastidio, y sintió a Andrés entrar a la casa. Escuchó atentamente los pasos, hasta que estuvo precisamente en frente de su cuarto, y veía sus pies por la pequeña rendija entre la puerta y el suelo. De manera que se agachó, y en susurros, le habló a Andrés por allí.
-¡Andrés, ayúdame a acabar la sopa!
Los pies de Andrés desaparecieron en la dirección en la que quedaba el baño. Luego de un momento, salió, y se dirigió de nuevo a la mamá de Carolina.
-Perdóneme señora, pero debo insistir. ¿No tiene usted un poco de sopa, así esté fría, que me regale?
-Niño, no sea atrevido, vallase por favor de mi casa.
Carolina intentaba ver por debajo de la puerta. Andrés corrió velozmente, y la mamá de Carolina lo siguió. La nevera se abrió, algo calló y se rompió en pedazos, y un grito terrible de la mamá de carolina se escuchó.
-¡Niño, no debió hacerlo! Ahora no podrá salir de aquí, hasta que se termine esa sopa. Pero deberá tomarla de noche, pues de noche la probó por vez primera.
Carolina y Andrés se veían al amanecer, y al atardecer, cuando uno dejaba el plato para ir a dormir, y el otro despertaba para empezar a tomarlo. Cantaban el arrullo del sol y la luna para que el otro durmiera, y eran felices sabiendo que tomaban del mismo plato de sopa.

El Diablo Fu

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