jueves, 7 de marzo de 2013

¡Uy, cómo fuera!

Si la tierra fuera el cielo, y el cielo fuera la tierra, ¡Uy! ¡Cómo fuera!

Yo por mi parte, dormiría hasta tarde, y soñaría medio despierto, después me sentaría en el viento a mirar el mar.

No detendría ningún sueño, más bien caminaría hacia la plaza, descalzo, muy despacito, arrastrando con una cuerda muy larga el sol.

Y cuando llegara a la mitad, saldría corriendo,
apresuro la marcha, no me detengo hasta haberme escondido con el sol entre mis manos, y luego me río con la gente, y grito: ¡No ha habido instante más feliz que el presente, pero lo habrá, lo habrá!

Fabricaría juguetes que puedan volar, y correr, y nadar en el agua; inventaría un nuevo dulce, me seguiría la corriente y escribiría trabalenguas en las paredes de mi cuarto.

Y le celebro el día de la madre a mi mami aunque no sea el día, y le doy besos, y una serenata ovni; luego la pongo a hacer el mapa de Latinoamérica, a ver si es que sabe. Y le prohíbo a mi papá ver el noticiero por no haberme acompañado al colegio. Pero lo perdono.

Le pongo una tarea a la profe para que sepa lo que es bueno, pero la invito a jugar con nosotros en el descanso. Y doy una clase, eso es definitivo: voy a dictar una clase sobre cómo ser bueno en matemáticas sin saberse las tablas.

Y luego me siento a descansar. Y a tomar onces bajo un árbol, y a mirar la tierra que es cielo, y el cielo que es tierra.




sábado, 2 de marzo de 2013

Sobre dragones y sus gustos.

No podría asegurarlo, pero el otro día me pareció ver un enorme dragón, que recorría las montañas de la cordillera que se ve desde mi casa. No es sorprendente, yo siempre he creído que los dragones existen. Si no fuera así, ¿por qué en todo el mundo se habla de ellos?

En Oriente, por ejemplo, hay dragones que se esconden tras el gran monte Fuji, o que toman un baño en las costas de Japón. Son dragones que adoran comer bolas de arroz, y de vez en cuando se toman un saque para alegrar las noches. Muchos de los temblores y terremotos que suceden en Japón son atribuidos a dragones que no encontraron sake en su tienda favorita.

En Europa los dragones son distintos. Nunca los han querido mucho, y por eso se esconden mejor. Son ellos los que crearon la fama del dragón que vomita fuego, y es porque ellos sí lo hacen. Lo que pasa es que ellos viven en los volcanes para que no los cacen, y respiran azufre. Su sulfurado aliento combinado con sus babas de gasolina, y las chispas al rechinar sus dientes, hacen que escupan grandes bolas de llamas, muy útil para comer malvaviscos un poquito pasados por  el fuego.

En este lado del mundo, el continente que antes llamaban Abya Yalá, y que ahora llaman América, hay grandes dragones primos de los dragones orientales. Algunos son dragones de agua, y pacen en los ríos y lagunas si son de dulce, o en las costas y el océano, si son de mar.

Como los dragones de los manglares, que son pequeños y hábiles para nadar entre las raíces de esos árboles para atrapar peces y conchas, que les encanta comer. También hay dragones de aire, que descansan en el cielo, y cuando hay partido de Colombia, acomodan nubes alrededor del estadio para hacer barra.

Y creo que fue uno de estos dragones el que yo vi, porque llevaba una camiseta de Colombia puesta, y ese día ganamos el partido.

El Diablo Fu.

martes, 29 de enero de 2013

¿Qué es la Chunchonfleja?

“...Y Enseñar implica necesariamente aprender... El educador necesita del educando, así como el educando necesita del educador” Paulo Freire

La profesora tenía que enseñarle  a Juanito sobre la Chunchonfleja, la planta del colegio que era digna de aparecer al lado del escudo y la bandera.  Pero la profesora no sabía nada de la Chunchonfleja, pues acababa de entrar a trabajar al colegio, mientras que Juanito ya estaba allí el año pasado. No podía permitirse que un alumno de la mitad de su estatura supiera más que ella.

De manera que se plantó frente a la planta cada tarde después de clases, con un libro bajo el brazo que creía saber todo sobre la planta, y la estudió sin parpadear, quieta como un árbol sin hojas.  Hay que aprender para enseñar, se dijo.

Cuando se sintió preparada ya, llevó a Juanito hasta la matica, que era más alta que él, y le pidió que la observara. Al percatar que no podía verla sino desde abajo, la describió recitando en voz alta el libro, y verificando con su mirada que lo que decía era verdad: una planta de corta estatura, cuyo tallo se divide en varios cientos de ramas, con varios miles de hojas verdes cada una.

Cuando acabó de repetir el aburrido discurso del libro (que no cité textualmente aquí, de lo aburrido y largo que era), Juanito la interpeló como a una naranja:

-Profesora, las hojas de la Chunchonfleja son rojas, no verdes....

La profesora abrió sus ojos como si se fuera a tragar a Juanito (sí, por los ojos), y se estremeció con e de escalofrío. El alumno se había atrevido a corregirla, a ella que había estudiado todo para enseñarle, él que apenas podía ver la planta desde abajo...

-¡Juanito!

-A ver, ¿Me puedo montar sobre usted un momento, para verla desde arriba? ¡Qué bonita está la planta!

La profesora se sintió sonrojar, no que le diera vergüenza de cargar a Juanito, sino que sentía que Juanito aprendía más rápido que ella. Pero se puso a la altura del educando que la rodeó y se trepó en su espalda,  y antes de ella levantarse, miró hacia arriba y vio el reverso rojo de las hojas, para luego escuchar encima suyo a Juanito:

-Profe, yo no me llamo Juanito, soy Adrian. ¿Usted cómo se llama?

lunes, 19 de noviembre de 2012

Un día, viejito quiero ser


Un día, viejito quiero ser.
Un día, por fin seré viejito.
Y espero estar en mi vejez
feliz, como veo a mi abuelito.

Mis negros cabellos vestiré
cual nube, hermosos y blanquitos.
Tan alto seré como el ciprés,
no importa que aún esté chiquito.

Un día, viejito quiero ser.
Tendré yo mis propios nietecitos.
Y quiero, por ellos y por mi
que el mundo aún esté bonito.

Un día, viejito yo seré.
Seré tal como mi abuelito:
que aún con tantos calendarios
no olvida reír como un niñito.

jueves, 23 de agosto de 2012

Zapatos de cartón

En mi armario están dormidos
un zapato y su hermano.
De mis pies son los vestidos,
de cartón y muy ancianos.

¡Están feos! Yo les digo.
Ellos dicen: ¡Feo tú!
Tenemos todos los servicios:
Agua, aire y hasta luz.

Por ventanas se asoman
de diez dedos un par.
¡Buenos días, compañero!
¡Buenos días! ¿Cómo están?

Díganme, viejos zapatos:
¿A dónde iremos hoy?
¿A caso ustedes saben?
Tampoco lo sé yo...

Díganme, feos zapatos:
¿Saben solos caminar?
Hagamos una apuesta,
gana el que más pueda andar.

Mis zapatos ya se han ido,
caminando solos van.
y descalzo yo los sigo,
y descalzo voy detrás.

¡Ay! Zapatos condenados,
yo me siento a descansar,
y cuando alzo la mirada,
no los veo, lejos van.

Ahora en medio del camino,
sin zapatos, pasos doy.
¡Cómo duelen los piecitos!
¡Qué solito yo estoy!

¡Pero allí vienen corriendo!
A mi encuentro vienen ya.
Y aunque viejos y con huecos,
ya me los voy a calzar.

¡Ojalá, mis zapaticos!
Ojalá me duren más.
Si hasta aquí ya caminamos,
¿Cuánto más vamos a andar?

Feos, viejos, sucios, rotos,
mis zapatos así son.
Pero, ¡Ay!, así yo quiero
a mis zapatos de cartón.


El Diablo Fu

jueves, 9 de agosto de 2012

La sonrisa sobre el rodadero (Albert Camus explicado a un adulto)



"El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre." Albert Camus

Señor, no sea llorón. ¿Es acaso tan viejo que se le olvidó reír? ¿Usted no ha leído a un señor que se llama Albert Camus? Mire, señor, le voy a explicar lo que dice Albert Camus sobre el mito de Sísifo. Pero se lo voy a explicar fácil, pa que lo entienda.

Haga de cuenta que la sonrisa está encima del rodadero. Usted tiene que subir las escaleras. ¿Cómo que pereza? No sea perezoso, señor, está bien que esté ya viejo, pero no abuse. Haga un esfuercito y suba las escaleras.

Es difícil, pero ya va llegando. ¡Ahora está arriba del rodadero! Ahora recoja la sonrisa en sus labios. Sabe que se va a lanzar de ahí, que va a sentir el viento lamiendo su cara, y el vacío emocionante de caer, siempre caer. ¿Hace cuánto no se subía a un rodadero?

Ahora usted se desliza hasta abajo, como si se lanzara al vacío, pero va con su sonrisa, y sobre el rodadero. Chévere, ¿no?

Ahora está abajo de nuevo. Usted no se dio cuenta que al llegar hasta ahí, la sonrisa se le escapó, y se trepó de nuevo en la cima del rodadero. Pero usted recuerda la sensación de estar allá, sentir el viento encima del rodadero, ser usted mismo una sonrisa.

Por eso, aunque ahora está abajo, quiere volver a subir. Pero tiene que volver a subir las escaleras. ¡Otra vez! Sí. Vale la pena luchar contra la pereza. Vale la pena hacer el viaje.

En este momento usted cree que sería mejor quedarse aquí abajo, pero el recuerdo lo persigue, y finalmente decide hacer otro esfuerzo, subir las escaleras y volver a ser sonrisa. ¡Dura tan poco estar arriba y resbalar, y es tan larga la subida! Y aun así, vale la pena. Es más, usted se da cuenta que es feliz mientras sube, porque ya se va sintiendo sonrisa.

Y agradezca que a usted le toca sólo subir a un rodadero. A Sísifo le toca subir una roca gigante a la punta de una montaña, y la condenada se le vuelve a caer. Y así le toca todos los días.

¿Hace cuánto me dijo que no se lanzaba de un rodadero? Por eso hay que lanzarse de un rodadero a diario. Por eso, señor, déjeme ahora lanzarme a mí, y más tarde nos vamos para la casa.

El Diablo Fu

martes, 5 de junio de 2012

¡Vámonos a pie!

¡Vámonos a pie!
Vámonos andando.
¡Vamos dando pasos,
vamos caminando!

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
¡Llegaremos a la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!

No vamos en auto,
ni vamos volando.
Los caminos hablan
si los vas pisando

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
¡Cerca estamos de la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!

Sé qui’ay trocha para
todos los destinos
¿Por qué para tus sueños
no habría camino?

¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! Croc!
¡Ya llegamos a la tierra!



¡Chas! ¡Chas!
¡Croc! ¡Croc!
 
¡La que no tiene fronteras!



El Diablo Fu