lunes, 6 de diciembre de 2010

Solo en casa.



De pronto, todos se fueron. Es la primera vez que me quedo solo en casa, siempre lo quise, y ahora que todos están en la fiesta a la que no se me dio la gana ir, me siento raro.
Ya jugué, ya corrí, vi televisión, vi canales prohibidos, es tarde y no me he acostado, y he comido lo que he querido.
Pero el vacío que llena ahora a la casa es extraño, parece hablarme, y no me gusta. Me incomoda.
De pronto, comienzo a imaginar cosas.
¿Qué tal si se quedan atrapados cruzando una avenida, porque por delante y por detrás pasan muchos carros a gran velocidad?
Y yo crezco solo, en esta gran casa, comiéndome el mercado del mes, ahorrándolo para que me alcance hasta la mayoría de edad, y salgo a buscarlos. Y los encuentro allí, muchos años después, mucho más viejos, aún tratando de pasar la avenida; o tal vez ya olvidaron porqué están ahí, y tienen una vida organizada en el separador. Y como yo he crecido, porque de 7 a 18 años uno cambia, no me reconocen.
Y yo tampoco puedo pasar la avenida, así sea para unírmeles, pero si pudiera cruzar, como no saben quién soy, no me dejarían quedarme con ellos...
Mientras estas imágenes terribles pasan por mi cabeza, le doy un mordisco al queso que no me debería estar comiendo, y me digo en voz alta:
Si logran pasar esa avenida, y llegan de nuevo, los voy a abrazar muy fuerte a cada uno, y a la próxima fiesta voy a ir con ellos.

Para todos esos seres queridos que he perdido, si cruzan la avenida, los espero con un queso que no me puedo comer solo.
El Diablo Fu

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