“...Y Enseñar implica necesariamente aprender... El educador necesita del educando, así como el educando necesita del educador” Paulo Freire
La profesora tenía que enseñarle a Juanito sobre la Chunchonfleja, la planta del colegio que era digna de aparecer al lado del escudo y la bandera. Pero la profesora no sabía nada de la Chunchonfleja, pues acababa de entrar a trabajar al colegio, mientras que Juanito ya estaba allí el año pasado. No podía permitirse que un alumno de la mitad de su estatura supiera más que ella.
De manera que se plantó frente a la planta cada tarde después de clases, con un libro bajo el brazo que creía saber todo sobre la planta, y la estudió sin parpadear, quieta como un árbol sin hojas. Hay que aprender para enseñar, se dijo.
Cuando se sintió preparada ya, llevó a Juanito hasta la matica, que era más alta que él, y le pidió que la observara. Al percatar que no podía verla sino desde abajo, la describió recitando en voz alta el libro, y verificando con su mirada que lo que decía era verdad: una planta de corta estatura, cuyo tallo se divide en varios cientos de ramas, con varios miles de hojas verdes cada una.
Cuando acabó de repetir el aburrido discurso del libro (que no cité textualmente aquí, de lo aburrido y largo que era), Juanito la interpeló como a una naranja:
-Profesora, las hojas de la Chunchonfleja son rojas, no verdes....
La profesora abrió sus ojos como si se fuera a tragar a Juanito (sí, por los ojos), y se estremeció con e de escalofrío. El alumno se había atrevido a corregirla, a ella que había estudiado todo para enseñarle, él que apenas podía ver la planta desde abajo...
-¡Juanito!
-A ver, ¿Me puedo montar sobre usted un momento, para verla desde arriba? ¡Qué bonita está la planta!
La profesora se sintió sonrojar, no que le diera vergüenza de cargar a Juanito, sino que sentía que Juanito aprendía más rápido que ella. Pero se puso a la altura del educando que la rodeó y se trepó en su espalda, y antes de ella levantarse, miró hacia arriba y vio el reverso rojo de las hojas, para luego escuchar encima suyo a Juanito:
-Profe, yo no me llamo Juanito, soy Adrian. ¿Usted cómo se llama?