Como no puedo hablar cada vez que estás cerca, he concluido que tengo problemas en la garganta. Porque cuando te voy a hablar me sale un sonido ronco, como de columpio quejándose, como de puerta adolorida.
Y entonces me recomendaron acercarme a ti con una bolsita que tuviera panela y miel, porque dicen que eso es bueno para la garganta. Yo pensé que serviría también para que mis palabras no sonaran feo, sino dulce, así como suenan tus ojos, así como escucho tu pelo, así como cantan tus dientes cuando los veo brillar.
Pero resulta que no escuchaste nada, no sé si porque no dije nada, o porque necesitabas un traductor de palabras derivadas de la abeja y la caña. Entonces, para descartar cualquier cosa, te escribí una carta con la panela y la miel, con el sonido de tus ojos, tu pelo, y tus dientes.
Y al otro día llegaste con un cuerno que te ponías en tu oído, y en el cuerno ponía yo la panela y la miel, y ahora me escuchas. Estoy mintiendo, ojala fuera yo capaz de mandarte la carta.
Pero creo que si debes ser sorda. Sorda a las palabras que no me salen cuando las quiero decir.
El Diablo Fu